de la que él ha salido.
No lo sabe.
No es un útero, es de piedra,
un lugar a donde vuelve
para protegerse de la mujer
que acurrucada duerme en sus entrañas.
Ahí él guarda armas,
uñas y dientes,
la imagen primera de su sexo;
allí va para ver sus sueños,
enroscado como una oruga
con su barba en las rodillas.
Cuando la mujer despierta, el hombre da un respingo,
no sabe a dónde ha ido a parar.
Ve los pechos y el útero,
el icono del cuerpo como una ventana al cielo
y los cremosos pantanos de su seno,
el desdentado misterio de la sed
y el hambre con su perlada sierra,
dientes y sangre.
1 comentario:
No sé, pero he crído volver al principio, al ancestro, a lo que realmen te somos.
Besos.
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