Como un tétrico signo de los tiempos
esta mañana he vuelto a verlo
cumplir su rutina inexorable.
Llegó al bar, ocupó la misma mesa
que ocupa cada día
y el mozo, sin siquiera preguntarle, trajo café,
él encendió su cigarrillo
y se quedó mirando sin ver nada.
Lo he visto siempre igual durante meses.
Lo sé, estoy seguro.
Su corazón de hielo
no ha padecido ausencias
ni la exquisita sal de alguna lágrima;
no ha sido deslumbrado por el vuelo del ave
ni el follaje del árbol
y, a pesar que habla,
no ha conocido la palabra.
El paso del tiempo
no ha alterado su mirada cenicienta
y el hastío sigue siendo el traje
que lo viste.
Aunque él no sepa, camina muerto por la vida
y cuando llegue su hora
nadie sabrá que se ha marchado,
no habrá de descansar entre flores ni muchachas
sino en la terca oscuridad que nos mantiene lejos
de la luz, la ilusión y la esperanza.
De "Poemas Inéditos"
1 comentario:
Cada vez que leo este poema creo saber quién es ese hombre de la metáfora otoñal, pero al terminar de leerlo una duda fría me recorre como si pudieran entrar esas metáforas en el hilo de la vida de uno.
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