Queda, sin embargo, una instancia.
En el dorso de la mano que roza el agua.
En las algas sumergidas que la mano no alcanza.
En la palma de la mano que es mía y de ninguno.
En mi mano que pugna por la luz y rehúye el lodo.
En el lodo que el escarabajo transforma en mundo.
En la luz que otorga su azul al azul y desnuda al desnudo.
En el molino que gira y muele granos y horas.
En el polvo de las horas que el paño no limpia.
En el paño que frota y frota cada cosa, cada mañana.
En la mañana anterior a la conciencia, flujo y reflujo del sueño.
En la conciencia, mariposa que choca una y otra vez contra la ventana.
En el desnudo y su lenta procesión de misterio a misterio.
En la flor que cae y en su caída esboza la eternidad.
En el esfuerzo hacia el tragaluz, el respiradero.
1 comentario:
Ay ! que bien escribe señor Carlos.
Publicar un comentario