juego a escandir nubes sobre renglones de aire
—no sé si hay reglas para eso—
a subvertir todo orden con otro orden nuevo
a religar las notas que se caen de su música
mientras practico el ars combinatoria de amalgamar
el verde Veronese con el blanco de Nápoles
el azul de Prusia con sus ojos de carbonilla al viento
yo juego a transformar los panes y los peces en versos
—no sé si hay reglas para esto—
a mutar en loba o salamanca o baguala o torcaza
en cachorrita que mama del pezón hambriento
juego a abrir la boca y esconder la lengua entremedio
a eludir y atizar las llamas que esparcen mil dragones
de piel bermellón y dorados cuernos
juego a lo que venga a lo que salte a la fiesta al contoneo
al festival del idios y del aere monumentum
juego a que todo es un juego de dichos y verbos
—no, definitivamente, no hay reglas para eso—
juego a que cada hora un nuevo carnaval empieza
y una comparsa me arrastra enarbolando mis risas
al compás de sus tambores ávidos de labios
que se curvan raudos para el beso
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