Amanece viernes con sol de viernes,
la piel, las manos y los pies de viernes...
afuera se desperezan los caminos
y las aves en el parque apremian el vuelo;
escucho el llamado de la solitaria avenida,
calzo el ánimo de sandalias
y dispongo la huida...
En el televisor también es viernes, dicen, viernes santo...
Quo Vadis maquilla por milésima vez
sus romanas arrugas en la pantalla,
unos lamen con temor la vereda de las siete casas,
otros muestran sus estigmas prefabricados al asombro
que viaja en curva y sin llanta de refacción,
un hombre disfraza de fe sus pesadillas
y espera, resignado, la lluvia de las tres de la tarde;
un asesino se viste de Jesús y recorta su barba
para lavar sus culpas -aunque sea por un día-
besando la cruz de la que ayer colgó a su hermano,
las carreteras escupen millones de cristianos
en busca de un sol y una farra de crudo viernes,
los infomerciales mañaneros propagan
los milagrosos efectos de la baba de caracol:
estira la piel, regenera el caparazón,
cicatriza las heridas, desaparece arrugas,
abrillanta el alma...
dice la actriz ungiendo de turgente silicona
las pupilas del televidente...
una cosa es cierta:
hay que huir aunque no nos llamemos Pedro.
Mi ventana es la misma de todos los viernes,
el sol afuera me espera con sus brazos de viernes
y las jacarandas amoratadas de mis humanos viernes.
Alejo las manos de cremas milagrosas
y salgo a la calle
en busca del caracol anónimo
que insiste en lustrar la agrietada corteza del árbol
a fuerza de líquidas caricias;
la mundana trinidad
polvo, mujer y sandalia
huye -también-
nunca percibida,
gracias a Dios,
por el canal de las estrellas.
Tomado de: http://alicialanecia.blogspot.com
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