Ella, la que murió,
quiso brindarme hoy el blanco té del
atardecer
Llegó con sonrisa y la usual falda azul
Abriole padre la puerta el distante saludo
ellos los remotos ocupan el brocal el
no aire allí donde pesan sus cuerpos
faltantes
Ella la no viviente
sonríe vivísima y feliz
las manos únense al libar el azúcar
sin carnadura la blusa infla el ala
los soleados senos un rayo solar
en el ventanal
Volaba el alborear de la memoria
el verano su amor oloroso
el sin tiempo meciendo su barca
Ella la que no está
aquí estuvo y está
en el trasmundo donde sonrío
y bebo el blanco té
Padre háblale (el triste)
yo los miro y sonrío
Yo
el para siempre ausente
en esta escena.
(inédito)
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