Arrojado del baldío de tus ojos
tras de mí cayeron otros huesos
Una larga caravana de despojos
resbalando desde el borde de tus besos
Quiso un sacro rozar una costilla
y de pronto el incendio comenzó
Ardieron tus ojos y en la orilla
ese osario de amantes derrapó
Crepitaron los huesos y lloraste
y tus lágrimas ahogaron esas llamas
que en cascada rodaban por tu ser
Entre el humo aguachento te erizaste
y vos que siempre fuiste una gran dama
renaciste convertida en gran mujer
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