La vida se les escapa entre
las dichas que la visitan a diario.
Sucumbe la enseñanza
que de niña le inculcaron,
y se descubre el agua del pozo,
creciendo de golpe,
ante la ignorancia del ojo que razona.
Ese claroscuro de los ojos en el recuerdo,
aquel fugaz amor vencedor
encendiéndose más y más
a la orilla del fuego,
del fuego opaco,
que le acaricia las entrañas.
Y aquí el gato. Y aquí ella.
Quebrados,
al influjo de un estúpido atavismo,
sin vida,
que se les escapa.
1 comentario:
Hola Rubén me encantó tu poema.Un gusto leerte. Neli ☼
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