Mi madre me escribe desde Berlín,
espera el metro en la Alexander Platz,
me cuenta que no ha visto
los ángeles de los que le hablaba en mis cartas,
la recuerdo, cálida y hermosísima,
en la puerta del colegio, cada día,
a las seis de la tarde.
Ana, Und wir sind dann Helden,
me despierto cada día, en otra vida,
y en otra ciudad,
el amanecer de la resaca me impone
la ausencia de tu espalda perfecta
y el ritmo del café malgasta la mañana.
Contemplo los restos del muro,
a través de la ventana del hostal,
sé que acumulan caballería
en las puertas de la ciudad,
no dejarán que nadie salga.
Hace ya tanto tiempo que no se nos permite
la entrada en las tabernas,
que hemos olvidado el idioma
y sólo paseamos como nómadas
cansados de ceremonias y bailes,
alrededor de estatuas derruidas,
escribiendo las canciones que nos salven
de la última tormenta.
1 comentario:
Me gusta para el blog de los mejores de heliconia.
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