Mi recuerdo, más antiguo
que yo mismo, me detiene
en las entrañas diversas
de los balcones parisinos.
Yo fui quien veo caminando, ahora
por la empedrada, quien remolcó
los toneles
del aceite mas antiguo, que las naves
vieron
al arrimarse a la costa.
Ya no recuerdo, sin embargo,
haber muerto en paz
rodeado por el viento
que sopla
la ironía de dios.
Pero puedo describir, puedo recitar y escribir.
Y así lo hago:
Mi consuelo es lento, pero persiste
aún, en la sombra ambigua
de la calle
que con pasión fervorosa
transité
más joven.
Recuerdo, sobre todo
las mujeres
con sus vestidos de rayón,
el serafín decorando un cuadro
o a un costado aquel espectador
Sin dudas se cuenta de forma más viva
en el caos, o en la danza desordenada
de las palabras casi aleatorias
que siempre acompañan mi memoria:
azafrán, bordeaux, hueste, alfanje,
organizado, tempestad, bronces,
claros, fervor, andaluz…
Y sigue, así, sin mía espera…
Y es curioso, que sean en mí
la muerte, una pasión
pues me escondo del día,
huyo de el, y no uso
dormir todos los días…
En mis habitaciones
se levanta el polvo
como se yergue un cuerpo.
Y los cuadros
parecen siempre desolados,
sobre el blanco tapiz…
Siempre el fuego fue
quien me dio la vida,
pues el fuego
corre con la sangre
y es el mismo, para mi
la matutina luz.
Y mi vida es,
muchas veces,
como la blanca azucena
que en mis balcones se ven.
Me parece ya tanto tiempo,
estar encerrado en el cuerpo de otro,
pues el mío, dicta mi razón, mío no puede ser…
Y que tristeza
saber
que conmigo
obscurecen los días
también.
1 comentario:
Poco apropiado para tu estado anímico, creo. Pero, al fin y al cabo, un buen poema. Bellas (pero no lindas) imágenes.
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