Calles tejidas a mano,
Artificialidades precarias, baratas.
Los muros manchados de vino de caja,
Los chicos cuyo patio de juego es el cemento,
La aspereza del pegamento
En sus tiernas narices.
Mar de monedas de aire,
Incendio de botellas rotas,
El hambre es un monstruo mitológico
Que araña la realidad de un estómago vacío.
Y vos te refugias en tu carruaje de plata,
En la nausea de un mundo moribundo,
En el grito privado que jamás
Cambiará un metro de esas calles fatales.
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