jueves, 10 de mayo de 2012

Es todo, todo, tan fugaz - Daniel Quintero


a la memoria de Roberto Goyeneche


Ahora vos también te fuiste de la casita
de los viejos.
Algún corralón de Barracas
con el verdín sobre los adoquines,
húmedos de tango,
llorará sobre una chata abandonada
que descansa sobre su cuarta.
Te vas al cielo porque terminó la función
y el telón corrió sobre el de la zurda,
y cuando llegues al cielo
el gordo Troilo te estará esperando
para grabar,
y Virulaso le va a mostrar a Valentino
como se baila un tango bien canyengue,
no esas musiquitas holybudenses
con las que se divierten
los yuppies neoyorquinos los jueves por las noches
en los salones ,
cuando van de trampa con sus secretarias
y bailan apretaditos
y les lastiman la cintura con el teléfono celular,
porque nunca se sacan el celular de encima.
Y vas a grabar con Carlitos
y con la orquesta de Piazzola
para que los ángeles
hagan correr la voz por todos lados
de que es cierto eso de que Dios es argentino,
y ya Grisel no se va a olvidar
y nadie va a tener su noche triste,
ni su última curda, ni el tango que le hizo mal,
ni la percanta que lo amuró en lo mejor de su vida,
ni su pobre viejita sola y enferma,
ni los veinte abriles que lo llevaron lejos,
y todos esperarán recostados en las vidrieras
con la ñata contra el vidrio,
con el sueño del pibe mirando al sur.
Ahora Polaco estás subiendo
y la Bidart, que no pudo con la tarde gris,
se fue corriendo atrás tuyo para cantar a dúo
El día que me quieras desde lo azul del cielo.
Andá Polaco, subí tranquilo,
que el tango es en nosotros
y con tu espíritu.



Ushuaia, agosto 1994

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