Llegan, y se van.
Es, entonces, que se quedan.
Fantasmas.
Habitantes de la nada,
sin cara, sin piel.
Llenan mis horas con mudas conversaciones.
Atraviesan mis ojos cerrados,
me invaden con intangible presencia.
Permanezco.
En soledad me acompaño de abandonos.
Tengo lo perdido:
aquello que no está, lo que nunca estuvo.
Familiarmente comparten mis ideas.
Piensan.
Sienten.
Soy
ellos.
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