¿Irá mi corazón como una ardilla
a ocultarse en tu flanco,
a correr hecho lengua por la hierba del pubis
para que te lo comas como una baya dulce?
Cómo decirle ahora que tus piernas
no acaban en el Árbol de la Ciencia,
cómo explicarle que mi pecho no es mar,
que sólo poseemos de verdad el hastío y la voz;
que el ánima se anima en animal
y busca otra animal que la aniquile;
que cazamos ovejas sin angustia,
monásticas virtudes, crudas arquitecturas,
que edifiquen, habiten y naveguen
de nuestro goce catedral flotante;
el mito o el amor que se nos debe.
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