Las olas no han borrado
nuestras huellas,
y por si acaso,
no nos acercamos a la orilla.
Y el mar sigue tan quieto.
Esa calma tensa
nos agita,
nos envuelve de miedo
y nos desborda.
No sabemos querernos
de ese modo,
acerquémonos
al borde del abismo.
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