Alcantarillas, donde aguas turbias de ciudad van.
¿Alguien vio algo puro? ¿Alguien vio algo puro?
Gritaba el loco en la ciudad.
Ajetreadas, apuradas, pasaban galantes y modestas las personas del 50
con sus sombreros de copa alta y los tranvías en blanco y negro.
Por ahí en la estación Once bajaban los pasajeros de los convoy.
La madera, la limpieza, la cortesía, se han ido lejos. Quedaron los gorriones.
El mismo lugar, otros tiempos.
Al remover el pasado, todos son los mismos.
La diferencia la hace el color, las primeras primaveras salen al brote.
Hoy no es como ayer, hoy no es sin vos,
sin vos esta ciudad de motos hormiga, de subtes under,
de pegamentos en plástico, de bondis repletos,
de obras teatrales en la vereda y payasos sin maquillaje.
Leemos las noticias mientras nos lustran los zapatos de la providencia,
útil, La Nación nos aconseja qué tenemos que pensar.
Las vueltas de lo escondido nos piden unas monedas,
la solemnidad del furor del bailar soñando.
Ya no hay lugar para la bohemia y si hay bohemios
están solos, solos. Todo es tabú, prejuicio, vergüenza.
¡No! Me niego a romper las nubes,
a soñar con la mirada, a vivir la poesía,
a tener desfachatez, a perder la cordura.
Volé muy lejos.
En fin,
te amo.
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