Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
2 comentarios:
Una Nobel entre nosotros. Demostración singular de que el reconocimiento no está reñido con la sencillez que demuestran estos versos, casi un escrito juvenil, pero que refleja a la perfección lo que puede llegar a sentir una persona sensible ante el sufrimiento y el abandono de un niño.
Enhorabuena por seleccionarlo, María.
Muy bonito poema, gracias por compartirlo.
Besos mil.
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