Una ráfaga de aire no sé si perfectamente limpia o no encanuta una astilla de calma.
Este dolor inconciente, que si bien se siente en los huecos de la mente, navega entre mi gente en esta isla que a orillas tiene paredes, que de angustia ya se excede, y que sólo te concede, cuando pintan de otro ambiente, llámese también demente, cuando fuman sabrosura dicen ellos; hermosura potenciada a la locura de ver algo que es imposible, algo que es sólo visible cuando la esperanza es terriblemente encantadora.
El motivo de las estrellas para mí es mostrarnos que la alegría no se compra, ni se transa, ni tiene acciones en la bolsa de comercio y si los pulmones del sol todavía se la bancan a pesar de tanto humo, es porque todavía nos quiere demostrar confianza mientras sonríe el mismo mambo que nosotros.
De acá a la otra punta infinita del planeta recorro para aprender la verdad de la vida, todos desencadenamos todo, el sufrimiento de millones de corazones y ojos que somos.
Privilegiados los que saben odiar la injusticia, no los que los facones de billetes les encandila el alma, les va torturando la compasión y la reflexión propia con la que nacemos.
A todos lo que más nos envicia es quejarnos de detalles, cuando con un boca en boca transformaríamos todo el mundo...
Lo dice alguien inexistente, te lo dice un seudónimo.
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