Entraste por mi lado débil, por mi mano impura,
y ahí estás permanecida al amparo
de mi angustia a cuestas,
de mi sombra peor.
No le hago gracia a la memoria
si te tomo como musa y siento la burla
de antiguas marcas que por no quejarse
dicen de agradecerme y te quitan
de mi vaso, de mi fondo incierto
donde cada vez que me hundo
salgo a flote con tu nombre
y descubro que hubiera sido mejor
ahogarme en el vino.
Sin escapatoria, entregado a ese veneno
la copa está por la mitad
y es el gusto de celebrar el vidrio
para que nadie grite por llamarte en vano,
para que nadie guste de matarte a tiempo,
para que nadie ría tu silencio atroz,
para que nadie sepa de morir de amor.
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