Llueve.
Estoy solo y no me importa.
Miento; me importa y mucho.
A veces recuerdo que las gotas de lluvia al caer sonaban distintas cuando estábamos juntos.
Desde que ya no estás, digo que la lluvia no me gusta.
Y vuelvo a mentir.
Ahora la odio.
No soporto el sonido que producen esas malditas gotas
al
caer.
Por fin y por suerte, ya no llueve.
2 comentarios:
¡Cómo asociamos la lluvia a los acontecimientos de nuestra vida! Es que la lluvia tiene algo de magia, puede ser triste o alegre, puede ir unida a recuerdos gratos o ingratos, al amor o al desamor.
Me gustó, Miguel.
Gracias, Javi. No suelo escribir mucha poesía, pero esta vez empecé con las primeras palabras y solo se fue decantando para ese lado; la luvia o su recuerdo suele ponernos nostálgicos.
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