Merodeaba
por el paisaje desolado y triste
de mi propio desierto.
Esa vana comarca
donde la sed del alma no se aplaca,
porque el quid de mi sustancia
se deshace en recuerdos
sin mañana.
Desde mi soledad escarnecida
el desvarío generando el espejismo.
Ojos, piel, cabello...
que es lo mismo que gritar arrebatado
transparencia de miel,
sedosa levedad,
hebras castañas.
Sueños paridos
por sueños más antiguos.
Fantasía que invade el territorio
de tenebrosas noches desveladas.
Me animaré.
Habré de inaugurar la travesía
hacia un cosmos un poco más sereno,
porque ayer,
cuando tu paso sensual y sugestivo
atravesaba la puerta con donaire,
el pasado se volvió cenizas
y pude recordar que estaba vivo.
Del libro “Poesía Cotidiana” - 2006
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