Sonreía adrede
Para que se formasen las arrugas del rabillo del ojo
Que empezaba a encontrar seductoras
Suponía que estaba atravesando esa frontera
Entre el rechazo y el orgullo de envejecer
Tenía 37 años
Y una mañana le dio por pensar
(Cosa totalmente nueva)
Que sus cambios le gustaban
Que la madurez le iba de lo más bien
Y que a chuparla todo el mundo
(La culpa es de los demás, siempre)
Pensaba en su madre con ternura
(La rebeldía quedaba atrás)
Una mansa nostalgia lo envolvía
Y era un plácido estado
Efímero
Del que disfrutaba
A fondo
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