¿Para qué tienen una lengua en la boca,
dos pares de cuerdas en la garganta,
si gritan y no obtienen respuesta
frente a las diez renovadas plagas
de las que, esta vez,
ningún dios se declara responsable
y de las que, esta vez,
ellos también son víctimas:
el agua corrompida,
ranas, cínifes, moscas de todo género,
pestes de caballos, asnos,
camellos, bueyes y ovejas,
úlceras y tumores, granizo y centellas,
langostas, tinieblas, la muerte
del primogénito del dueño de la rueda del molino
y la muerte del primogénito
del que la gira?
Al fin, al cabo de una vana inmolación,
del hisopo rociado con sangre vana
sobre jambas y dinteles,
para los sobrevivientes, de nuevo,
el mismo e interminable camino,
pero esta vez sin la guía
de una columna de nube, durante el día,
y una columna de fuego, por la noche,
sin el soplo del viento del nordeste
capaz de producir una larga marea baja.
Acerca del autor: Carlos Barbarito
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