Entre suaves colinas, bajo un sol contundente, discurre un arroyo al que sombrean las retamas. Las tucuras se llaman en largos lamentos de violín y los moscardones resuenan en el aire quieto. No. No hagan ruido. Que la quietud siga. Que la siesta se extienda. Mi amigo se ha dormido. Velen su sueño y acúnenlo, la tarde aún es larga y el tiempo...y el tiempo...el tiempo, a veces, nada.
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