Obstinado, directo y a tus ojos
el rumbo de este tren desavenido
silba en la tarde, aturde desde el comienzo
a la breve luz de tus pupilas.
Lleva su carga de estandartes melancólicos,
viejas insignias donde la ternura
cumplió los años, los pactos que de mujer se hizo
en la calle, el rouge, la estepa y el acero.
Transita esta máquina de fuego
cortando el frío que la noche impone,obliga al recuerdo,
le salen brújulas
y la monotonía es la esperanza que lo alivia
mientras el trajín ferroviario adormece con su emblema.
El tiempo es manso en su fluir constante.
En el borde de las vías me alcanza,voy olvidado sobre dos maderas en cruz
a diagonales roja y blancas, el vestigio de una catástrofe,
las barreras que jamás habrían de haberse franqueado.
Pasa el tren con su maquinista vencido
que se mantiene despierto cantando si llega a ser tucumana.
Me zumba al oído, el silbido es tu nombre, busco redimirme sólo soy una discordia
en las estadísticas de accidentes, una víctima de los cruces peligrosos.
Acaso fuera el cómodo pasajero sentado en la primera clase,
súbdito de la ansiedad, ebrio de azares, amargo de zafras,
digitador al acecho de resoluciones favorables a tu encuentro
en rumbo obstinado, directo y a tus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario