de sus ojos nublados partían los andenes de todos los destierros
entrelazados a su cintura, los guardas se mareaban y pedían boletos, pases y abonos
en los durmientes del pelo un hombre siempre se perdía sin pedir auxilio
bajo sus axilas sonaban chicharras y campanillas, vagos anuncios de partida
a las cero y quince sus piernas remontaban el paralelo del viento
en su nuca la casa del jefe de estación se amodorraba bajo una parra rumorosa
a las diez y cincuenta y siete sus manos daban vía libre a los vagones de carga del cuerpo
en lo profundo de su túnel, dos niños miraban pasar las estaciones con el asombro del vértigo
Mención de Honor en el II Concurso de Poesía y Cuento Breve del Grupo de Escritores de los Malos Ayres (2009).
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