Poco es, en definitiva, lo que puede un poema contra las esquirlas de vidrio que saltan de los anteojos de un señor que leía probablemente el Q’ran o la última profecía de Cristo, envuelta en misterio por los holgazanes de una imprenta que olvidaron intercalar una explicación a los esenios.
Aparte de esa sensación, nada.
Una pena perderte. Una pena encontrarte así. Después de tantos años, de tantos menesteres cumplidos y apenas comenzados.
Necesidades biológicas le llaman a los insectos que se disuelven, mientras miro un par de páginas en blanco de un libro no resuelto.
Tomado de: Las Avispas (inédito, 2004)
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