Estábamos borrachos de alegría, y de pronto
tu imagen y la mía quedaron grabadas
―negativos de ceniza― en la blanca pared del viejo bar
que estaba en la esquina noroeste de la plaza,
justo enfrente de la iglesia, que se esfumó esa tarde.
Es curioso adivinarnos dándonos un beso,
tomados de la mano; dos figuras
blancas en la pared quemada;
a solo un palmo de distancia de la mancha
en que mudó aquel niño que estuvo a punto de darnos una rosa
a cambio de monedas, como todas las tardes,
hasta aquella en que estábamos locos de alegría y de pronto.
También está la rosa dibujada. Era roja y ahora
es blanca en la pared quemada.
Habíamos hablado de la casa, los muebles por comprar
Los hijos que vendrían. «El primero en llegar
será David», dijiste. «¡Por Dios, que nombre feo!
Será mujer. Se llamará Lucía» contesté sólo
para hacerte enojar. Ni David, ni Lucía
están en la pared oscura.
Porque las bombas no saben de futuros. Y doy
vueltas por aquí todos los días, supongo
que en las tardes. Ahora es siempre un crepúsculo
que apenas deja ver nuestras figuras
blancas en la pared quemada.
Te busco y le pregunto al diariero
que está dibujado en la otra esquina, al placero
que desapareció en la fuente y al cura
que se fundió con su campana y sigue
sin entender que Dios ya vino por segunda vez
a la Tierra, atrapado en las bombas, pobre Dios.
Nadie sabe. A veces llueve,
y la lluvia lava los contornos. En unos años
no estarán, siquiera, tu figura y la mía,
y el niño y la rosa en la pared quemada.
En otros años más, o en cien, o en mil
no estará la pared. Y en dos mil siglos, tal vez,
podrán entrar a salvarnos. Una lástima.
¿Vendrá Dios por tercera vez a redimir sus criaturas,
fantasmas de fantasmas?. De todos modos,
lo voy a esperar. No tengo nada
que hacer hasta entonces, salvo extrañarte.
Tenía un anillo para darte esa tarde
cuando cayeron las bombas (no está dibujado
en la pared quemada). No sé dónde quedó
y no tengo manos para buscarlo, amor
donde antes había una plaza.
Le pregunto a las bombas y no saben.
«Cumplíamos órdenes», dicen. «Y por cierto» , agregan,
«qué hermoso cuadro pintamos en la pared quemada»
2 comentarios:
La pucha, me hizo llorar.
Extraordinario! No podría ser de otra manera, ese premio fué justo de toda justicia. Felicitaciones!
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