martes, 13 de abril de 2010

La vuelta - Ricardo Giorno

Acariciar el follaje,
presintiendo el poder de los cerros
enterrados en plumas.
Humedecer la cara contraria,
bajando por esa cadena oculta,
mojándose en el agua,
hasta la quebrada.
Sentir el poder del terremoto,
el temblor de las rocas,
cuando la cobra despierta
reptando despacio.
La planicie devora los cerros.
Los ríos subterráneos,
rojos de candor,
cantan a voz de trueno:
¡Que el ofidio prevalezca!
Ignorada humedad de las selvas,
precipicio y quebrada.
La serpiente duda en descargar su veneno,
conteniéndose para aumentar solidez.
Acompañar el estremecimiento,
sintiendo el poder de un geiser,
que vence a las rocas más de una vez.
Olores de mentirosa naturaleza
confunden al elevado áspid:
prefiere la pétrea cueva a la selva,
vomitando su ponzoña
dentro de la flor seca.
Allí,
donde muere la cadena oculta.

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