El hombre se regodeó en una vieja manía,
ese duro oficio de no vivir en vano...
En su andanza,
intimó con el jazmín y el zorzal:
el jazmín sacudió en sus venas
el místico perfume,
el trino hurgó el recóndito
engranaje de su alma.
Buscó en la sonata,
la intrincada condición del genio.
Una llama de pentagramas
y corcheas navegantes,
le atravesó las oscuras órbitas.
El viento le construyó otras manos
y la melodía, desatada,
tuvo la eternidad del tiempo.
1 comentario:
Sin palabras, una belleza.
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