Fatiga moderna, conmoción espuria, descanso dominical
de otro hombre que en el mundo está solo
fuego mínimo, aislado, doméstica furia
que humedece, constante, el recuerdo ancestral del paraíso.
En la intemperie permanente en que vive lo abrigan
agotados cansancios que se cansan de no hacer, no saber, no desear nada.
Memoria genética de un conformismo nuevo, renovado
pequeñez solar que se obstina en la grandeza.
Para salir de sí, o para sí, diariamente usa ríspidas palabras
frases, expresiones secas, públicas, intercambiables
como armas de fuego que a nadie liberan y que a nadie dañan
como niños de barro que el agua buscan.
Costumbre urbana de decir a cada instante lo que se piensa
de no pensar lo que se dice, de describir lo que se ignora.
El hombre enumera en lengua paterna cada lunar deforme
que lo distingue de los otros, hombres sin sexo ni entraña.
Pero mastica, mientras tanto, en una jerga propia, intransferible,
su soledad, su ahogo, su naufragio.
Sin poder complacerse en lo difícil debe negar
los paisajes que lo alumbran
fuego breve, dactilar huella que el polvo esconde.
Con autorización de la autora, del blog http://enlapiznegro.blogspot.com
Del libro Las niñas del espejo (2006)
Del libro Las niñas del espejo (2006)
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