Ella no supo
No quiso
No pudo
No tuvo paciencia
No dio en la tecla
Ni en el clavo
Ella no le encontró la vuelta
No atinó a nada
No se dio cuenta
Ella no juntó coraje
No se animó
No tuvo fuerza
Yo sí,
Yo me corté las venas
martes, 24 de enero de 2012
El otro lado - Nanim Rekacz
Las mediasnoches tienen algo de bisagra,
de detener la respiración,
parpadear milagros,
de abrigar el sueño de despertar en otro sueño...
de detener la respiración,
parpadear milagros,
de abrigar el sueño de despertar en otro sueño...
Extraído de http://nanimr.blogspot.com/
Etén entre los trenes - Eduardo Betas
A mi abuelo, Etén Betas
El viento, un tren
apenas un tren
traqueteando inmensidad
en el viento
Tan sólo.
Si su mirada y la memoria
saliéndole al cruce
zarpazo brutal
salpicándole de muerte
y el recuerdo volviendo
trepándose por la camisa ferroviaria
hasta endurecerle la caricia
El viento, un tren
y los nombres en albanés
que le van quedando lejos
Si es como tragar piedra, carajo
el horror, la guerra, la rapiña
donde la lengua se golpea contra la bronca
una y otra vez
y es que la muerte
la muy puta
te colgó para siempre la sombra
Entonces,
ya no agitastes banderas rojas de esperanza
Entonces,
yo llegaba tarde,
demasiado tarde para conocerte
por eso hoy me quedan
tan sólo estas palabras
como perros tristes
para imaginarte Etén
entre los trenes
traqueteando
contra el viento quejumbroso
y hace frío
y hace lejos
Con autorización del autor, extraído de http://palabrar.com.ar/
sábado, 21 de enero de 2012
Parecido familiar - Lo que se hereda no se roba - Luciana Mellado
Parecer otra a veces
más calma más buena e indulgente.
Parecer otra más veces
atascada de conciliaciones bonachonas
como una Misericordia galdosiana.
Parecer que la piel no es la rendija
ni la máscara odiosa y deslucida de la pariente
ponzoñosa que te saluda con un beso
y quiere que te mueras pronta y dolorosamente.
Parecer que se viene de otro árbol
de otra sed de otro origen
de otro parto.
Parecer que el espejo está pintado
y es ciego
a la fealdad que indica otra fealdad
tan natural como el ácido desoxirribonucleico
y la madre que te parió.
Con autorización de la autora, del blog http://enlapiznegro.blogspot.com/
más calma más buena e indulgente.
Parecer otra más veces
atascada de conciliaciones bonachonas
como una Misericordia galdosiana.
Parecer que la piel no es la rendija
ni la máscara odiosa y deslucida de la pariente
ponzoñosa que te saluda con un beso
y quiere que te mueras pronta y dolorosamente.
Parecer que se viene de otro árbol
de otra sed de otro origen
de otro parto.
Parecer que el espejo está pintado
y es ciego
a la fealdad que indica otra fealdad
tan natural como el ácido desoxirribonucleico
y la madre que te parió.
Con autorización de la autora, del blog http://enlapiznegro.blogspot.com/
Los amorosos - Jaime Sabines
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se estan yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡ que bueno !- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se estan yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡ que bueno !- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
Sweet home Alabama - Gerardo Cárdenas
Sweet home Alabama,
where the skies are so blue….
Lynyrd Skynyrd, 1974
No quieres darme, Alabama,
licencia para tomar un trago de agua
porque no quiero decirte de dónde vine o como llegué.
Deja que mis manos ilegales
cultiven tus duraznos, tus lechugas,
tus cacahuates y tu algodón.
Déjame Alabama, esconderme en tus minas vacías,
dormir bajo tu Vulcano,
ahora que te abandonan tus herreros y tus orfebres.
En Birmingham quemaste niñas negras, perseguiste obispos;
tu odio no se murió, Corazón de Dixie
(tu odio guardó silencio bajo el manto de suaves inviernos).
Dicen que tu nombre significa “podar el matorral”;
pero te llevas las flores con la maleza
sin importar que se marchiten tus camelias.
He recorrido tus montes y descendido al Golfo;
escuchado el untuoso acento de tu gente.
Ya no encuentro tus ríos, tus carreteras.
Me encerraste en tus fronteras, Alabama,
para asfixiarme, para dejarme mudo,
para aplastar la cabeza de mis hijos.
Escribiste tu ley, Alabama, para separar al negro;
y la reescribiste para bloquearme el camino.
Y yo no tengo más ley que mi hambre.
¿No sabes, Alabama, que no podrás hacerlo?
¿Que al final habrá al menos uno de nosotros
en cada pueblo, en cada rancho, en cada cruce de caminos?
Sin nosotros tus redes no jalarán camarones, Alabama;
nadie recogerá la cosecha ni molerá el pan.
Y tus calles apestarán al calor del verano.
Está en tu destino pero no en tu sangre,
tienes la tierra escriturada más no el tiempo,
mi muchedumbre es el futuro que te aterra.
Cierra tus puertas, entraré por las rendijas;
Anega tu pantano y nadaré con el caimán;
bloquea tus puertos y descenderé con la lluvia.
Calla mi voz; mi mirada grita.
Ata mis manos; mis pies no dejan de marchar.
Reviéntame; soy uno entre millones.
where the skies are so blue….
Lynyrd Skynyrd, 1974
No quieres darme, Alabama,
licencia para tomar un trago de agua
porque no quiero decirte de dónde vine o como llegué.
Deja que mis manos ilegales
cultiven tus duraznos, tus lechugas,
tus cacahuates y tu algodón.
Déjame Alabama, esconderme en tus minas vacías,
dormir bajo tu Vulcano,
ahora que te abandonan tus herreros y tus orfebres.
En Birmingham quemaste niñas negras, perseguiste obispos;
tu odio no se murió, Corazón de Dixie
(tu odio guardó silencio bajo el manto de suaves inviernos).
Dicen que tu nombre significa “podar el matorral”;
pero te llevas las flores con la maleza
sin importar que se marchiten tus camelias.
He recorrido tus montes y descendido al Golfo;
escuchado el untuoso acento de tu gente.
Ya no encuentro tus ríos, tus carreteras.
Me encerraste en tus fronteras, Alabama,
para asfixiarme, para dejarme mudo,
para aplastar la cabeza de mis hijos.
Escribiste tu ley, Alabama, para separar al negro;
y la reescribiste para bloquearme el camino.
Y yo no tengo más ley que mi hambre.
¿No sabes, Alabama, que no podrás hacerlo?
¿Que al final habrá al menos uno de nosotros
en cada pueblo, en cada rancho, en cada cruce de caminos?
Sin nosotros tus redes no jalarán camarones, Alabama;
nadie recogerá la cosecha ni molerá el pan.
Y tus calles apestarán al calor del verano.
Está en tu destino pero no en tu sangre,
tienes la tierra escriturada más no el tiempo,
mi muchedumbre es el futuro que te aterra.
Cierra tus puertas, entraré por las rendijas;
Anega tu pantano y nadaré con el caimán;
bloquea tus puertos y descenderé con la lluvia.
Calla mi voz; mi mirada grita.
Ata mis manos; mis pies no dejan de marchar.
Reviéntame; soy uno entre millones.
La canción de cuna del Hombre Elefante - Óscar Alejandro Luviano
Me hubiera gustado que la última pelea de mi padre
fuera con el Hombre Elefante,
Que todo contra lo que mi padre combatió
fuese así: temible, deforme, tierno, babeante.
Y que mi padre hubiera demolido a golpes a ese simulacro,
a esa carne como un Titanic aplastado por el puño de Dios.
Y que, papá, los policías que te hallaron no hubieran vaciado tus bolsillos,
que los empleados de la funeraria no huyeran con tus rosas,
mientras desatornillábamos manijas y adornos del ataúd
(y es que no cabías en el nicho:
nunca hubo espacio suficiente para ti en el mundo,
y amaste como un gigante encogido
a las cosas pequeñas, a la gente indefensa,
a los que lloraban con una medalla de bronce en el pecho).
Me hubiera gustado, Señor, que el Hombre Elefante hubiera sido todo su cortejo
con la cabeza gacha, en la enorme garra derecha (un guante de carne),
un ramo de flores,
y los ojos vidriosos de quien ya no sabe cuál es su lugar en el mundo.
Eso sí: con un carrito de lata en su otra mano, la humana.
¿Cuál es el lugar de los monstruos con mi padre muerto, Señor?
¿A quién llamaremos para poner en su sitio a sicarios y decapitadores?
Él, señor, con su puño asesino, levantaba hasta el sol a sus nietos;
él con su hambre de sangre, amó sólo a una mujer;
él, con su mirada de tigre, me llevó a través de las Mansiones de la Miseria,
y me dijo: "Esto es una fiesta, esto es la vida, este es el Mundo",
y me dijo: "Estos páramos son de polvo, pero están libres de monstruos;
ese polvo es lo que dejé de ellos".
Allá en el fondo, en el último rincón de la fiesta,
el Hombre Elefante
rueda un coche de lata sobre la mesa,
y canta su canción de cuna
tan parecida a la cuenta de protección.
Me hubiera gustado, ángeles de mierda, que conociesen a mi padre.
Siempre ganó por knock out al Hombre Elefante,
desde la primera vez que lo encontró…
(Por azar, como era de esperarse,
pues ustedes no disponen ni una piedra de este mundo.)
Una mañana, mi padre niño abrió la puerta y ahí estaba,
sentado en el umbral frente al suyo:
El Hombre Elefante, tan lejano de las charcas africanas donde sería
sólo un portento más,
y en cambio cubierto por el polvo quemado de El Mármol, Guanajuato,
cubierto por las babas que el peso de su cabeza imposible
le impedía convertir en palabras.
Sin su ayuda, ángeles
(suyo es el canto de las cacatúas, suya es la inutilidad del Verbo),
mi padre niño con un coche de latón en las manos,
encontró la media mirada del Hombre Elefante niño.
¿Resonaron sus trompetas? ¿Por lo menos tocaron una campana? ¿Soplaron en el polvo?
El polvo de la calle se levantó entre mi padre niño y su retador,
sin su ayuda, ángeles.
En este mundo,
donde nada se mueve bajo vuestras órdenes.
Me hubiera gustado, Señor, que escuchases la canción de cuna del Hombre Elefante.
La cantaba entonces, en ese ring de polvo rodeado por un río moribundo,
apenas unos acordes imposibles de recordar y descifrar,
pero tan parecidos a la cuenta de protección.
En cuanto el monstruo calló,
mi padre niño supo que el combate había comenzado.
Esta vez la amenaza no era el puño de mi abuelo,
sino un monstruo que con su único ojo
reclamaba el cochecito de lata.
Hubo una larga pausa, ese espacio donde los botines realizan su danza especulativa,
y se mide al oponente, y se decide en dónde y cuándo golpear,
y a cuántos golpes estamos de dar el upper cut.
¿Qué vas a saber de eso, Señor?
Tu matas o salvas con el aliento,
como los ebrios y las moscas.
Es probable que no sepas que es un puño ni un hombre bueno.
Te lo digo, Señor:
La cabeza del Hombre Elefante no es un puño,
y mi padre siempre supo que los hombres buenos golpean primero.
No dejan que el malo levante la cabeza, no dejan que la mala hierba crezca,
no dejan que el fruto se pudra.
(Quizá tu problema, Señor, es tan sólo una falta de aptitudes para la jardinería.)
Y mi padre niño golpeó primero al Hombre Elefante.
Me hubiera gustado, Virgencita,
que no hubieras hecho de mi padre ni un boxeador ni un electricista,
sino un millonario, y así habrías visto
(con tus ojos de obsidiana, que nada ven, que todo cortan)
cómo se hubiera desprendido del oro, del dinero, de los autos,
antes de que lo matases y lo desprendieses del tiempo, de su obligado pulque,
de la espera de sus gatos.
Habrías entendido entonces, desde tu alma pintada con flores marchitas,
el movimiento de mi padre:
¿Por qué entregó el carrito de lata del Hombre Elefante?
Porque esa es la victoria de los hombres buenos,
porque así se reduce a los monstruos al polvo.
No es el tributo ni la gloria, que tanto te sobran entre el humo de los sirios.
No es la furia: es el golpe aniquilador en la ternura.
Es el sudoroso desprendimiento, es el vacío que nos refulge en los puños abiertos
cual caída de agua clara.
Es tanta vela que te ciega, Virgencita.
Me hubiera gustado, Señor, que concedieses a mi padre la revancha contra el Hombre Elefante.
Montemos un ring entre legiones de perros callejeros: le construiremos
con puestos de tianguis y las cruces que recuerdan a los atropellados en la Gustavo Baz, torpemente, sin amor ni piedad,
de la forma en que armas a cada Hombre Elefante.
Mi padre avanzará de nuevo
sobre un piso hecho de bolsas de plástico, sobre marejadas
rutilantes de logos de supermercado y farmacias.
Los guantes refulgentes.
En los labios de mi padre
los de mi madre,
los de mis hermanos,
y los de su hija, y los míos
y los de sus nietos, y los de sus amores secretos.
Mi padre avanzará hacia el Hombre Elefante
como esa multitud contrahecha que ambos son,
y el monstruo, sentado en su banco, con un coche de lata en su regazo,
cantará su canción de cuna: la cuenta de protección de todos los hombres.
Y yo, Señor, antes de tocar la campana que marque nuestro último asalto, voy a contar.
Y cuanto he descrito va a ocurrir: mi padre va a estar de pie, victorioso,
sobre este páramo de polvo,
en donde le queda tanto de que desprenderse (todo cuanto tú te niegas a dar).
Y va a ser a la cuenta de tres.
Uno...
Dos...
fuera con el Hombre Elefante,
Que todo contra lo que mi padre combatió
fuese así: temible, deforme, tierno, babeante.
Y que mi padre hubiera demolido a golpes a ese simulacro,
a esa carne como un Titanic aplastado por el puño de Dios.
Y que, papá, los policías que te hallaron no hubieran vaciado tus bolsillos,
que los empleados de la funeraria no huyeran con tus rosas,
mientras desatornillábamos manijas y adornos del ataúd
(y es que no cabías en el nicho:
nunca hubo espacio suficiente para ti en el mundo,
y amaste como un gigante encogido
a las cosas pequeñas, a la gente indefensa,
a los que lloraban con una medalla de bronce en el pecho).
Me hubiera gustado, Señor, que el Hombre Elefante hubiera sido todo su cortejo
con la cabeza gacha, en la enorme garra derecha (un guante de carne),
un ramo de flores,
y los ojos vidriosos de quien ya no sabe cuál es su lugar en el mundo.
Eso sí: con un carrito de lata en su otra mano, la humana.
¿Cuál es el lugar de los monstruos con mi padre muerto, Señor?
¿A quién llamaremos para poner en su sitio a sicarios y decapitadores?
Él, señor, con su puño asesino, levantaba hasta el sol a sus nietos;
él con su hambre de sangre, amó sólo a una mujer;
él, con su mirada de tigre, me llevó a través de las Mansiones de la Miseria,
y me dijo: "Esto es una fiesta, esto es la vida, este es el Mundo",
y me dijo: "Estos páramos son de polvo, pero están libres de monstruos;
ese polvo es lo que dejé de ellos".
Allá en el fondo, en el último rincón de la fiesta,
el Hombre Elefante
rueda un coche de lata sobre la mesa,
y canta su canción de cuna
tan parecida a la cuenta de protección.
Me hubiera gustado, ángeles de mierda, que conociesen a mi padre.
Siempre ganó por knock out al Hombre Elefante,
desde la primera vez que lo encontró…
(Por azar, como era de esperarse,
pues ustedes no disponen ni una piedra de este mundo.)
Una mañana, mi padre niño abrió la puerta y ahí estaba,
sentado en el umbral frente al suyo:
El Hombre Elefante, tan lejano de las charcas africanas donde sería
sólo un portento más,
y en cambio cubierto por el polvo quemado de El Mármol, Guanajuato,
cubierto por las babas que el peso de su cabeza imposible
le impedía convertir en palabras.
Sin su ayuda, ángeles
(suyo es el canto de las cacatúas, suya es la inutilidad del Verbo),
mi padre niño con un coche de latón en las manos,
encontró la media mirada del Hombre Elefante niño.
¿Resonaron sus trompetas? ¿Por lo menos tocaron una campana? ¿Soplaron en el polvo?
El polvo de la calle se levantó entre mi padre niño y su retador,
sin su ayuda, ángeles.
En este mundo,
donde nada se mueve bajo vuestras órdenes.
Me hubiera gustado, Señor, que escuchases la canción de cuna del Hombre Elefante.
La cantaba entonces, en ese ring de polvo rodeado por un río moribundo,
apenas unos acordes imposibles de recordar y descifrar,
pero tan parecidos a la cuenta de protección.
En cuanto el monstruo calló,
mi padre niño supo que el combate había comenzado.
Esta vez la amenaza no era el puño de mi abuelo,
sino un monstruo que con su único ojo
reclamaba el cochecito de lata.
Hubo una larga pausa, ese espacio donde los botines realizan su danza especulativa,
y se mide al oponente, y se decide en dónde y cuándo golpear,
y a cuántos golpes estamos de dar el upper cut.
¿Qué vas a saber de eso, Señor?
Tu matas o salvas con el aliento,
como los ebrios y las moscas.
Es probable que no sepas que es un puño ni un hombre bueno.
Te lo digo, Señor:
La cabeza del Hombre Elefante no es un puño,
y mi padre siempre supo que los hombres buenos golpean primero.
No dejan que el malo levante la cabeza, no dejan que la mala hierba crezca,
no dejan que el fruto se pudra.
(Quizá tu problema, Señor, es tan sólo una falta de aptitudes para la jardinería.)
Y mi padre niño golpeó primero al Hombre Elefante.
Me hubiera gustado, Virgencita,
que no hubieras hecho de mi padre ni un boxeador ni un electricista,
sino un millonario, y así habrías visto
(con tus ojos de obsidiana, que nada ven, que todo cortan)
cómo se hubiera desprendido del oro, del dinero, de los autos,
antes de que lo matases y lo desprendieses del tiempo, de su obligado pulque,
de la espera de sus gatos.
Habrías entendido entonces, desde tu alma pintada con flores marchitas,
el movimiento de mi padre:
¿Por qué entregó el carrito de lata del Hombre Elefante?
Porque esa es la victoria de los hombres buenos,
porque así se reduce a los monstruos al polvo.
No es el tributo ni la gloria, que tanto te sobran entre el humo de los sirios.
No es la furia: es el golpe aniquilador en la ternura.
Es el sudoroso desprendimiento, es el vacío que nos refulge en los puños abiertos
cual caída de agua clara.
Es tanta vela que te ciega, Virgencita.
Me hubiera gustado, Señor, que concedieses a mi padre la revancha contra el Hombre Elefante.
Montemos un ring entre legiones de perros callejeros: le construiremos
con puestos de tianguis y las cruces que recuerdan a los atropellados en la Gustavo Baz, torpemente, sin amor ni piedad,
de la forma en que armas a cada Hombre Elefante.
Mi padre avanzará de nuevo
sobre un piso hecho de bolsas de plástico, sobre marejadas
rutilantes de logos de supermercado y farmacias.
Los guantes refulgentes.
En los labios de mi padre
los de mi madre,
los de mis hermanos,
y los de su hija, y los míos
y los de sus nietos, y los de sus amores secretos.
Mi padre avanzará hacia el Hombre Elefante
como esa multitud contrahecha que ambos son,
y el monstruo, sentado en su banco, con un coche de lata en su regazo,
cantará su canción de cuna: la cuenta de protección de todos los hombres.
Y yo, Señor, antes de tocar la campana que marque nuestro último asalto, voy a contar.
Y cuanto he descrito va a ocurrir: mi padre va a estar de pie, victorioso,
sobre este páramo de polvo,
en donde le queda tanto de que desprenderse (todo cuanto tú te niegas a dar).
Y va a ser a la cuenta de tres.
Uno...
Dos...
jueves, 19 de enero de 2012
Ella dice que yo… - Fernando Andrés Puga
Ella dice que yo
miento con mis ojos de niño parado en la cornisa
que violento las puertas de sus cuartos secretos
que le invento el placer con mis dedos de seda que en su sangre se entibian
Ella dice que yo
miento cuando levanto castillos de sonrisas
cuando barajo sobre el papel las sílabas
cuando amaso sus labios
cuando embarro mi espalda bajo sus pies de tiza
Ella dice que yo
miento y guardo la llave
la encierro entre los muros de mi melancolía
y la nombro y la nombro para que crea estar viva
mientras la voy dejando hasta sin despedida.
miento con mis ojos de niño parado en la cornisa
que violento las puertas de sus cuartos secretos
que le invento el placer con mis dedos de seda que en su sangre se entibian
Ella dice que yo
miento cuando levanto castillos de sonrisas
cuando barajo sobre el papel las sílabas
cuando amaso sus labios
cuando embarro mi espalda bajo sus pies de tiza
Ella dice que yo
miento y guardo la llave
la encierro entre los muros de mi melancolía
y la nombro y la nombro para que crea estar viva
mientras la voy dejando hasta sin despedida.
Compañera - Fernando Andrés Puga
Y serás una piedra en el pecho
Un puño que oprime
y quita el aire
Una espina en la planta del pie
Un clavo que se hunde a cada paso
y escarba
hasta el fin de los tiempos
Serás la gota china
El taladro en el cráneo
que lleva a la locura
Serás la única voz
en el mar del silencio
Un puño que oprime
y quita el aire
Una espina en la planta del pie
Un clavo que se hunde a cada paso
y escarba
hasta el fin de los tiempos
Serás la gota china
El taladro en el cráneo
que lleva a la locura
Serás la única voz
en el mar del silencio
Infanticidio - Fernando Andrés Puga
Yo no maté a nadie
¿A nadie?
Pensátelo bien
¿Acaso una parte de vos no sucumbió frente al embate de tu puñal cobarde?
Ese yo que tenías por bandera,
puro en su fe,
audaz en sus batallas,
incólume ante golpes, fierrazos, insultos, desamparos
Ese yo que creías ser tú mismo
¿no cayó por barrancas de disculpas?
¿de falacias que encubren la mentira de rodar por el fango?
¿Que no mataste a nadie?
Sabrás vos
Yo sí
Dejé flotando en el pantano
el etéreo cadáver de aquel niño
¿A nadie?
Pensátelo bien
¿Acaso una parte de vos no sucumbió frente al embate de tu puñal cobarde?
Ese yo que tenías por bandera,
puro en su fe,
audaz en sus batallas,
incólume ante golpes, fierrazos, insultos, desamparos
Ese yo que creías ser tú mismo
¿no cayó por barrancas de disculpas?
¿de falacias que encubren la mentira de rodar por el fango?
¿Que no mataste a nadie?
Sabrás vos
Yo sí
Dejé flotando en el pantano
el etéreo cadáver de aquel niño
Asesino – Esteban Moscarda
El asesino no te asesina,
te quiere con violencia,
con homicidio premeditado,
con la fuerza de esta realidad
parecida al infierno.
El asesino es un poeta,
sus versos son el cuchillo,
el veneno cálido,
la cosecha de sangre,
la pistola ególatra.
El asesino quiere tu cuerpo
como Arturo la sangre de Cristo.
El asesino es tu amigo:
quiere regalarte
el paraíso de la muerte...
te quiere con violencia,
con homicidio premeditado,
con la fuerza de esta realidad
parecida al infierno.
El asesino es un poeta,
sus versos son el cuchillo,
el veneno cálido,
la cosecha de sangre,
la pistola ególatra.
El asesino quiere tu cuerpo
como Arturo la sangre de Cristo.
El asesino es tu amigo:
quiere regalarte
el paraíso de la muerte...
Enología de mar – Esteban Moscarda
Si el mar fuera vino
Yo sería marino,
Cabalgaría las olas de tinto
Desde una barca de copa.
Si el mar fuera vino
El viento sabría a tanino,
Bouquet de algas,
Cuerpo de sal,
Acompañe con carne de atardecer.
Si el mar fuera vino
Ya sabría mi sino:
Encallando en las costas
De Cirrosis,
Más allá de las Islas
Del Delirium Tremens.
Yo sería marino,
Cabalgaría las olas de tinto
Desde una barca de copa.
Si el mar fuera vino
El viento sabría a tanino,
Bouquet de algas,
Cuerpo de sal,
Acompañe con carne de atardecer.
Si el mar fuera vino
Ya sabría mi sino:
Encallando en las costas
De Cirrosis,
Más allá de las Islas
Del Delirium Tremens.
Esclavo – Esteban Moscarda
Sabés que quiero bajar la escalera azul
Que lleva al sótano de tu alma
Y que quiero embriagarme con el licor
Que destilan los elfos de tu ser.
Pero estas cadenas de hielo,
Estos hilos invisibles que tejen los hombres
No me dejan.
Y en vano lloro en la cripta de mis miedos
Porque no soy libre,
Porque no puedo ser libre,
Porque no debo ser libre.
Porque soy esclavo
De la vida que me tocó en suerte.
Que lleva al sótano de tu alma
Y que quiero embriagarme con el licor
Que destilan los elfos de tu ser.
Pero estas cadenas de hielo,
Estos hilos invisibles que tejen los hombres
No me dejan.
Y en vano lloro en la cripta de mis miedos
Porque no soy libre,
Porque no puedo ser libre,
Porque no debo ser libre.
Porque soy esclavo
De la vida que me tocó en suerte.
No voy a pedirte mucho - Miguel Dorelo
El amor es egoísta
Dicen
Aquellos que nunca han amado
Como yo te amo.
Quiero ofrecerte todo
Casi a cambio de nada.
Te pediré tan solo una mirada,
Una caricia que te ande sobrando,
Un par de besos,
Un café caliente en la mañana.
Que me prepares el almuerzo cuando vuelva del trabajo,
A la tarde, la merienda con tostadas con manteca… y mermelada,
Una buena cena por las noches,
Con velas o sin ellas, carece totalmente de importancia.
Que mantengas la limpieza de la casa,
Que me planches las camisas,
Laves mis calzoncillos y mis medias.
Que me alcances una cerveza bien helada,
Sin cruzarte por delante de la tele justo cuando Boca avanza.
Que saques a pasear al perro,
Que la hierba del jardín tengas siempre bien cortada.
Que hagas los mandados,
Que prepares el asado los domingos,
Una picada, el vermú,
Que atiendas a mis amigos y nos hagas el aguante
Con un par de tortas para el mate de la tarde.
Y en las noches, a la hora del amor,
Tan solo voy a pedirte
Que estés siempre dispuesta y sin quejarte,
Que te pongas ese traje de enfermera que te queda tan bonito
O el de colegiala. O el de cuero,
Prometo flagelarte no muy fuerte.
Y sobre todo,
Que después de haberlo hecho no me hables,
Que me cobijes y controles cuando duerma,
Por si acaso pudiese destaparme.
Y también te pediré
Alguna que otra cosa más mundana:
Que te hagas cargo de los gastos de la luz,
Del gas, del teléfono
Y del cable.
El amor es egoísta dicen aquellos
Que nunca han amado como yo te amo.
No voy a pedirte mucho,
Tan solo lo necesario.
Extraido de: http://lalentaagoniadeerato.blogspot.com/
Dicen
Aquellos que nunca han amado
Como yo te amo.
Quiero ofrecerte todo
Casi a cambio de nada.
Te pediré tan solo una mirada,
Una caricia que te ande sobrando,
Un par de besos,
Un café caliente en la mañana.
Que me prepares el almuerzo cuando vuelva del trabajo,
A la tarde, la merienda con tostadas con manteca… y mermelada,
Una buena cena por las noches,
Con velas o sin ellas, carece totalmente de importancia.
Que mantengas la limpieza de la casa,
Que me planches las camisas,
Laves mis calzoncillos y mis medias.
Que me alcances una cerveza bien helada,
Sin cruzarte por delante de la tele justo cuando Boca avanza.
Que saques a pasear al perro,
Que la hierba del jardín tengas siempre bien cortada.
Que hagas los mandados,
Que prepares el asado los domingos,
Una picada, el vermú,
Que atiendas a mis amigos y nos hagas el aguante
Con un par de tortas para el mate de la tarde.
Y en las noches, a la hora del amor,
Tan solo voy a pedirte
Que estés siempre dispuesta y sin quejarte,
Que te pongas ese traje de enfermera que te queda tan bonito
O el de colegiala. O el de cuero,
Prometo flagelarte no muy fuerte.
Y sobre todo,
Que después de haberlo hecho no me hables,
Que me cobijes y controles cuando duerma,
Por si acaso pudiese destaparme.
Y también te pediré
Alguna que otra cosa más mundana:
Que te hagas cargo de los gastos de la luz,
Del gas, del teléfono
Y del cable.
El amor es egoísta dicen aquellos
Que nunca han amado como yo te amo.
No voy a pedirte mucho,
Tan solo lo necesario.
Extraido de: http://lalentaagoniadeerato.blogspot.com/
Necesidad y urgencia - Miguel Dorelo
En el día de la fecha
Y haciendo uso del poder
Que me confiere
El estar en un estado
De completo y absoluto enamoramiento
Decreto, según resolución correspondiente,
La inmediata entrada en vigencia
De la obligatoriedad absoluta
De tu incondicional correspondencia.
De no hacerlo así
Deberás atenerte al juzgamiento sumario
Con gastos a tu costa
Sin derecho a apelación alguna
Y
Hacerte cargo
De los daños y perjuicios a ocasionarme.
Es ley.
Extraído de: http://lalentaagoniadeerato.blogspot.com/
Y haciendo uso del poder
Que me confiere
El estar en un estado
De completo y absoluto enamoramiento
Decreto, según resolución correspondiente,
La inmediata entrada en vigencia
De la obligatoriedad absoluta
De tu incondicional correspondencia.
De no hacerlo así
Deberás atenerte al juzgamiento sumario
Con gastos a tu costa
Sin derecho a apelación alguna
Y
Hacerte cargo
De los daños y perjuicios a ocasionarme.
Es ley.
Extraído de: http://lalentaagoniadeerato.blogspot.com/
Empezar de nuevo ( Recuperando la memoria) - Miguel Dorelo
Empezar a recordar no va a ser fácil,
Demasiado tiempo
Pendiente
De tu piel,
Respirando el aire ya viciado de tu aliento,
Observando realidades a través de tus cristales,
Enturbiando amaneceres desvelados
De llantos y sonrisas compartidos
Y adioses apurados.
Prolongación indebida de recuerdos difusos,
Tergiversados por sentimientos engañosos
De pseudo aconteceres idealizados
A través de lugares transitados vanamente.
Empezar de nuevo,
Recuperar asombros
De nuevos olores y sabores,
Ni mejores ni peores,
Solo principios y finales del eterno juego,
De dejar atrás lo necesario,
De comenzar lo ineludible.
Recordar como se juega.
Y seguir jugando.
Extraído de: http://lalentaagoniadeerato.blogspot.com/
Demasiado tiempo
Pendiente
De tu piel,
Respirando el aire ya viciado de tu aliento,
Observando realidades a través de tus cristales,
Enturbiando amaneceres desvelados
De llantos y sonrisas compartidos
Y adioses apurados.
Prolongación indebida de recuerdos difusos,
Tergiversados por sentimientos engañosos
De pseudo aconteceres idealizados
A través de lugares transitados vanamente.
Empezar de nuevo,
Recuperar asombros
De nuevos olores y sabores,
Ni mejores ni peores,
Solo principios y finales del eterno juego,
De dejar atrás lo necesario,
De comenzar lo ineludible.
Recordar como se juega.
Y seguir jugando.
Extraído de: http://lalentaagoniadeerato.blogspot.com/
martes, 17 de enero de 2012
La ciudad rota - Daniel Frini
Miró el horizonte
—cada vez más lejos, cada vez más bajo―
Cerró sus ojos, agitó sus alas, entreabrió su pico.
Inspiro, con energía, el aire azul de la mañana.
El sol recién nacido besó las plumas de su pecho.
Cambió la quieta calidez del nido
por la conocida sorpresa de otro vuelo. Se lanzó al vacío.
Allá
la ciudad sin hombres, muerta, lo llamaba.
Los padres de los padres de los padres de sus padres
lo contaban:
«muchos soles atrás en ella había vida,
hombres, comida, árboles y ruidos.»
Ahora no. Él voló muchas veces por sus calles vacías
La conoce y sabe
de paredes quemadas, herrumbre de hierros,
y silencio de ruinas. ¿Dónde están todos? ¿dónde han ido?
Los padres de los padres de los padres de sus padres
lo contaban:
los cegó una gran luz,
un trueno atroz les robó el sonido,
un viento ardiente les quemó la vida.
Los hombres y los pájaros volaron ese día,
hechos cenizas.
El ama la ciudad, aunque la sueña distinta.
Vuela entre paredes. Busca no sabe qué.
No conoce a los hombres. ¿eran como él?
¿tenían alas? ¿plumas? ¿esta ciudad rota
era su nido? ¿contaban historias
a sus crías? El le cuenta a los suyos,
cuando cae la noche y a cobijo:
«recuerden y cuéntenlo a sus hijos
y a los hijos de los hijos de sus hijos.
Muchos soles atrás, allá en la ciudad había vida,
hombres, comida, árboles y ruidos».
Altri Tempi - Ana Emilia Lahitte
Las salas enfundadas como inmensas corolas. y un secreto soleado:
el país de los patios. (Se decía glicina, heliotropo, diamela,
como ahora se dice ADN, sidaico). Aquel cielo privado
con chicos y canarios y huertos y murales de macetas pintadas
era de veras cielo. (Entonces, lo ignorábamos).
Nunca imaginamos que lo fuese, hasta ahora, en que hemos
cumplido nuestros propios infiernos). Aquellos cielos
bajos, a ras de tierra, humanos. Todavía a salvo. Allí donde ser niño
era tener abuelos en la casa y amarlos,
dejándolos vivir libres de vaciaderos de viejos:
adiestrados espectros que siempre se demoran demasiado
en morir y dejar limpio el mundo,
que ya no tiene patios, ni destino, ni tiempo.
Ser niño era pedirles que nos dieran la mano, porque teníamos miedo.
Y volver a pedirles que nos contaran cuentos (que eran verdad,
ahora lo sabemos) Y llorar junto a ellos penitencias y encierros:
“había que educarnos”... (Se decía señor y plegaria
respeto, con limpio olor a incienso y a sopa obligatoria,
a almidones y ungüentos).
Se decía Maestro, y en el cuaderno único cabía el universo.
El padre, con arrestos de patriarca doméstico, “tenía autoridad”
y la madre dulzura, por amor o por tedio.
Lo cierto es que la casa nunca estaba vacía
(la mesa familiar, otra inútil reliquia) y la abuela, el abuelo
-una especie de puerto del buen regreso-
eran sencillamente viejos: con todos los derechos a morir
en su casa, en su cama, en su llaga, en su pulso, en su tiempo.
Sin adiós intensivo. Sin pactos terminales de abandono y silencio.
En fin, sólo fantasmas de cielos y otros tiempos.
Viento - Kiko Vallejo
Ahora que los besos
se han disfrazado
de suspiros.
No me consuela saber
cuantas veces
me vas a echar de menos.
Acaríciame una última vez,
mañana,
me llevará el viento.
Tomado de Kabuki's Planet
Currículum - Mario Benedetti
usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere.
Alta Traicción - José Emilio Pacheco
No amo mi Patria. Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, cierta gente,
puertos, bosques de pinos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos).
miércoles, 11 de enero de 2012
Propios y ajenos – Guillermo Vidal
Defectos,
hijos,
el perfume.
Un césped recién
cortado.
La noche abierta
al amparo del fuego.
El sol
escoltando la lluvia.
Sueños perdidos,
desenterrados.
Una vieja caja de zapatos.
Secretos a voces,
voz,
ella,
nosotros.
El autor: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2010/11/guillermo-vidal.html
hijos,
el perfume.
Un césped recién
cortado.
La noche abierta
al amparo del fuego.
El sol
escoltando la lluvia.
Sueños perdidos,
desenterrados.
Una vieja caja de zapatos.
Secretos a voces,
voz,
ella,
nosotros.
El autor: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2010/11/guillermo-vidal.html
Desayuno - Armando Rosselot
De ti dependo cada hora incasta
en que no acaba de madurar
el bossa nova de la palabra
que es más
que palabra cruda
Quisiera comer ese pan
cada vez que entras en la tómbola azul
saciarnos con el café de las ansias
y dejar nuestras migas con mantequilla
esparcidas por ahí
en que no acaba de madurar
el bossa nova de la palabra
que es más
que palabra cruda
Quisiera comer ese pan
cada vez que entras en la tómbola azul
saciarnos con el café de las ansias
y dejar nuestras migas con mantequilla
esparcidas por ahí
Desencuentro - Ada Inés Lerner
¿Dónde hay un hombre? no es más que un hombre mis raíces lo buscan a través de las horas ¿Dónde hay un hombre? sé amarlo cuando la noche se desnuda con el vino ardiente del desierto ¿Dónde hay un hombre? despierta pájaros y convoca sueños sedientos en los filamentos de mi prosa por él yo me visto de luces y de sombras...
La autora: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2011/08/ada-ines-lerner.html
La autora: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2011/08/ada-ines-lerner.html
La misma playa - Alejandra Leticia Taylor
La misma playa
con arena bailando al viento.
Hoy camino sin prisa,
sin búsqueda permanente.
Olas con espuma tibia,
recuerdos de infancia,
de maternidad salvaje
y mirada pensativa,
se mezclan en el horizonte.
Mis pies se hunden
en la arena de castillos,
sueños y aventuras.
¿Ymis niños?
Están... en otros mundos.
a mis hijos
con arena bailando al viento.
Hoy camino sin prisa,
sin búsqueda permanente.
Olas con espuma tibia,
recuerdos de infancia,
de maternidad salvaje
y mirada pensativa,
se mezclan en el horizonte.
Mis pies se hunden
en la arena de castillos,
sueños y aventuras.
¿Ymis niños?
Están... en otros mundos.
a mis hijos
sábado, 7 de enero de 2012
Thesaurus – Guillermo Vidal
Prohibió vientos, prohibió tempestades,
clavó el sol encima del cielo,
y a la luna en cuarto menguante.
Había palabras tachadas en su libro,
y en orden estricto
las claves de la vida
y los pecados de los hombres.
El verbo conjugado
dividía las aguas.
Nuevas reglas,
viejas palabras.
Definiciones muertas,
para seres extintos.
clavó el sol encima del cielo,
y a la luna en cuarto menguante.
Había palabras tachadas en su libro,
y en orden estricto
las claves de la vida
y los pecados de los hombres.
El verbo conjugado
dividía las aguas.
Nuevas reglas,
viejas palabras.
Definiciones muertas,
para seres extintos.
Jugando a detener al tiempo - María del Pilar Jorge
Detener al tiempo
con caricias de madre,
con balbuceos de niña
detenerlo.
Con dibujos escondidos
entre las hojas de los cuadernos
Detenerlo.
Dándole de comer a las palomas,
Persiguiendo gorriones,
Detenerlo.
Zapatos de taco y
Pollera muy corta,
Vestido de novia,
Soñando ser madre,
Detenerlo.
Detenerlo en la primera cana
y en la primera línea
que marcaron el silencio
y el desencuentro,
o en aquel sueño nuevo
que nos dejó
un vacío entre las manos.
Pero es imposible
detener al tiempo,
sólo podremos continuar
persiguiendo sueños.
con caricias de madre,
con balbuceos de niña
detenerlo.
Con dibujos escondidos
entre las hojas de los cuadernos
Detenerlo.
Dándole de comer a las palomas,
Persiguiendo gorriones,
Detenerlo.
Zapatos de taco y
Pollera muy corta,
Vestido de novia,
Soñando ser madre,
Detenerlo.
Detenerlo en la primera cana
y en la primera línea
que marcaron el silencio
y el desencuentro,
o en aquel sueño nuevo
que nos dejó
un vacío entre las manos.
Pero es imposible
detener al tiempo,
sólo podremos continuar
persiguiendo sueños.
Como hierbas - Ada Inés Lerner
Reposan como hierbas en el polvo han llegado desde el olvido impacientes como un destello las piedras fatigadas del recuerdo son voces en la arena gestos que recupero dóciles como máscaras enamoran como aves mansas del desierto son sombras que a mi espalda oscurecen el cielo como brumas como leyes dibujan en mis manos Y en los tiempos amigos del reposo como hierbas fatigadas alzan voces abrigan el recuerdo voluptuoso del deseo...
jueves, 5 de enero de 2012
los dos zapatos en el aire - Jorge Spíndola
una mía amiga dice
que es difícil ser poeta
que es un peligro andar
mostrando las costillas por la calle
o en un libro
yo le digo que no que no es difícil
más jodido es ser acróbata
o albañil en las alturas
no es difícil escribir
lo difícil es no caerse para arriba
o para abajo
que eso fue lo que le pasó al finado justo cárdenas
por ejemplo el llegar en pedo a la obra
y se ponía a revocar con un pie afuera del andamio
hacía equilibrio
y un día se ve que se olvidó
y apoyo los dos zapatos en el aire
el resto ya se sabe
justo esta enterrado a dos metros bajo tierra
y sus hijas dicen que justo esta en el cielo
no es difícil ser poeta
(yo escribo palabras al borde del andamio)
Post mortem escribo - Maritza Kusanovic
No te amé allí donde dolía el in-significante
no te amé en mi dolor Vos me amaste
en el dolor del sentido pero-no
en la palabra del mío Ahí
en sus dos carátulas nos moría el amor
Nunca supimos dónde la gravedad
el virus del signo que cargamos
Todo es blanco de la voz poética
Otro hombre en la ciudad - Luciana Mellado
Fatiga moderna, conmoción espuria, descanso dominical
de otro hombre que en el mundo está solo
fuego mínimo, aislado, doméstica furia
que humedece, constante, el recuerdo ancestral del paraíso.
En la intemperie permanente en que vive lo abrigan
agotados cansancios que se cansan de no hacer, no saber, no desear nada.
Memoria genética de un conformismo nuevo, renovado
pequeñez solar que se obstina en la grandeza.
Para salir de sí, o para sí, diariamente usa ríspidas palabras
frases, expresiones secas, públicas, intercambiables
como armas de fuego que a nadie liberan y que a nadie dañan
como niños de barro que el agua buscan.
Costumbre urbana de decir a cada instante lo que se piensa
de no pensar lo que se dice, de describir lo que se ignora.
El hombre enumera en lengua paterna cada lunar deforme
que lo distingue de los otros, hombres sin sexo ni entraña.
Pero mastica, mientras tanto, en una jerga propia, intransferible,
su soledad, su ahogo, su naufragio.
Sin poder complacerse en lo difícil debe negar
los paisajes que lo alumbran
fuego breve, dactilar huella que el polvo esconde.
Con autorización de la autora, del blog http://enlapiznegro.blogspot.com
Del libro Las niñas del espejo (2006)
Del libro Las niñas del espejo (2006)
martes, 3 de enero de 2012
Olor de ausencia – Guillermo Vidal
Dame una razón
y viviré de tu ausencia,
de fragmentos de absoluto
improbable,
de brillo prístino,
de un libro sagrado
con hojas en blanco.
y viviré de tu ausencia,
de fragmentos de absoluto
improbable,
de brillo prístino,
de un libro sagrado
con hojas en blanco.
Encontraré mi amada - Aazam Abidov
La noche cae y se inquieta mi alma
Hey, milagro, enseña tu rostro
Mis sentimientos exhaustos están confusos,
Yo soy pobre y estoy solo.
Mis ojos lloran ácidas lágrimas
Tu quedarías ciego, pero para mí está bien
No hay lugar para mí en esta tierra
Me tomará el cielo en su seno?
Hey, Luna, no hieras mi corazón
No te ocultes detrás de la noche
Sé una ventana
Al país de los milagros.
A través de la luz de las estrellas
Te alcanzaré
Y cuando vaya más lejos
No seré ya un hombre de la tierra
Allí encontraré a mi amada
La más pura y más limpia
Le daré un nombre- Fidelidad
Y su segundo nombre será- Milagro
La noche cae, siento pena en el corazón
Traducción del uzbeko: Andrea Cote
Hey, milagro, enseña tu rostro
Mis sentimientos exhaustos están confusos,
Yo soy pobre y estoy solo.
Mis ojos lloran ácidas lágrimas
Tu quedarías ciego, pero para mí está bien
No hay lugar para mí en esta tierra
Me tomará el cielo en su seno?
Hey, Luna, no hieras mi corazón
No te ocultes detrás de la noche
Sé una ventana
Al país de los milagros.
A través de la luz de las estrellas
Te alcanzaré
Y cuando vaya más lejos
No seré ya un hombre de la tierra
Allí encontraré a mi amada
La más pura y más limpia
Le daré un nombre- Fidelidad
Y su segundo nombre será- Milagro
La noche cae, siento pena en el corazón
Traducción del uzbeko: Andrea Cote
Entre perro y lobo - Olga Orozco
Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
Las avispas - Héctor Ranea
Las avispas golpean contra el vidrio de mi ventana.
En la tarde caliente, parecen granizos rojos que se apuran por entrar. ¿Cómo quieren entrar? Avispas que aparecen en cada vuelo duplicadas. Las patas peludas, los colores tan rojos, tan amarillos. Dispuestas a matar por –tal vez– un poco de agua de mis lacrimales. Digo: tal vez. No puedo saber qué quieren. Las avispas no tienen ningún propósito. ¿No tienen? Simplemente este vidrio está entre ellas y algo que no sé. Podría ser el agua. Tal vez es una parte de una memoria que se avejenta en estíos en los que no estaba mi casa, esta ventana. ¿Es absurdo algo en el mundo de las avispas que golpean mi ventana como granizo rojo, como memoria subida de adrenalina y otros venenos? Absurdo es que tema que entren.
Tal vez lo hagan, su choque suena determinado. Las pequeñas alas suenan a cuero, chasquidos de disparos biológicos, suenan a aguijones mortales que hienden el vidrio para pasar a través como la luz.
La luz son las avispas, sólo que menos evidentes. La luz sólo hiere en malas novelas y en ataques de hígado. Por lo demás suena a avispas que se clavan en vidrio blando como agua que fluye entre mis lacrimales que recuerdan a una mujer o suenan a campanas llenas de grillos leves, de cimientos de alguna memoria que se entorpece con mi ventana allí puesta.
Si las avispas supieran. Ellas se lanzan a chocar, a aventar, a romper con sus agujas letales el vidrio endeble de las transparencias entre sus urgencias y mis miedos. Ellas no saben porque no pueden saberlo y, por otra parte, quién podría saberlo. Ellas no saben que el vidrio es realmente tan frágil que apenas un poco de saliva sexual, un poco de golpes organizados, un par de voluntades, pueden derrumbar esa patética versión de mi seguridad.
Las avispas se dan de morro contra el vidrio.
Tal vez hay una memoria en la que habito y de la que quieren echarme, tal vez sea yo que quiero que ese vidrio desaparezca y con toda furia y razón las avispas me exijan lo prometido.
Porque uno promete cosas que ninguna avispa puede saber
a menos que sean memoria.
Tomado de: Las Avispas (inédito, 2004)
En la tarde caliente, parecen granizos rojos que se apuran por entrar. ¿Cómo quieren entrar? Avispas que aparecen en cada vuelo duplicadas. Las patas peludas, los colores tan rojos, tan amarillos. Dispuestas a matar por –tal vez– un poco de agua de mis lacrimales. Digo: tal vez. No puedo saber qué quieren. Las avispas no tienen ningún propósito. ¿No tienen? Simplemente este vidrio está entre ellas y algo que no sé. Podría ser el agua. Tal vez es una parte de una memoria que se avejenta en estíos en los que no estaba mi casa, esta ventana. ¿Es absurdo algo en el mundo de las avispas que golpean mi ventana como granizo rojo, como memoria subida de adrenalina y otros venenos? Absurdo es que tema que entren.
Tal vez lo hagan, su choque suena determinado. Las pequeñas alas suenan a cuero, chasquidos de disparos biológicos, suenan a aguijones mortales que hienden el vidrio para pasar a través como la luz.
La luz son las avispas, sólo que menos evidentes. La luz sólo hiere en malas novelas y en ataques de hígado. Por lo demás suena a avispas que se clavan en vidrio blando como agua que fluye entre mis lacrimales que recuerdan a una mujer o suenan a campanas llenas de grillos leves, de cimientos de alguna memoria que se entorpece con mi ventana allí puesta.
Si las avispas supieran. Ellas se lanzan a chocar, a aventar, a romper con sus agujas letales el vidrio endeble de las transparencias entre sus urgencias y mis miedos. Ellas no saben porque no pueden saberlo y, por otra parte, quién podría saberlo. Ellas no saben que el vidrio es realmente tan frágil que apenas un poco de saliva sexual, un poco de golpes organizados, un par de voluntades, pueden derrumbar esa patética versión de mi seguridad.
Las avispas se dan de morro contra el vidrio.
Tal vez hay una memoria en la que habito y de la que quieren echarme, tal vez sea yo que quiero que ese vidrio desaparezca y con toda furia y razón las avispas me exijan lo prometido.
Porque uno promete cosas que ninguna avispa puede saber
a menos que sean memoria.
Tomado de: Las Avispas (inédito, 2004)
hablar con las plantitas - Jorge Spíndola
me puse a barrer de noche la casa
a empujar la tierra hacia la tierra
no se barre de noche /me dijo/
atrae las brujas les da aliento
para que vuelen
pensé en el viento que hace volar las nubes
pensé en mi primer mujer como una nube
como un río de agua por el cielo
pensé en algún machitún
un secreto de magia que hiciera llover
a mi mujer sobre la casa
amo su cuerpo desatándose como una tormenta
debajo de mi.
salí a la puerta para verla
me quedé un rato
con los ojos crucificados en la noche
el viento sólo trae hojas muertas en su baile
entré a la casa
mucho frío para estar hueveando afuera
y encima solo
planta / le dije /
esta mujer que ahora me falta
me va como piedrazo contra el hueso
a veces hay que hablar con las plantitas.
a empujar la tierra hacia la tierra
no se barre de noche /me dijo/
atrae las brujas les da aliento
para que vuelen
pensé en el viento que hace volar las nubes
pensé en mi primer mujer como una nube
como un río de agua por el cielo
pensé en algún machitún
un secreto de magia que hiciera llover
a mi mujer sobre la casa
amo su cuerpo desatándose como una tormenta
debajo de mi.
salí a la puerta para verla
me quedé un rato
con los ojos crucificados en la noche
el viento sólo trae hojas muertas en su baile
entré a la casa
mucho frío para estar hueveando afuera
y encima solo
planta / le dije /
esta mujer que ahora me falta
me va como piedrazo contra el hueso
a veces hay que hablar con las plantitas.
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