Si digo lunas de alquitrán,
te ofendés.
Si nombro fauces de volcán,
te sorprendés.
Si ofrezco cuencos de piedad,
si sangro gotas de humedad,
si te acribillo con flores
o acuno tus temores,
no entendés.
No habrá más remedio
que ser llano
y decir sueños, voces,
decir lágrimas, aliento,
ojos, manos.
Y así, desnudo de poesía,
esperar que me entregues
algún día
tu literal y duro corazón.
Acerca de la autora: Marcela Silvestro
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