No es la época ni las horas marcadas
Las que dan ritmo a su tiempo.
En un mundo exterior muerto
Ellos dos como único aliento vital,
Su alrededor infinito,
Todos los tiempos intervienen y no hay época que los defina.
Movimientos de mentes rápidas,
Chocan sin saber que están unidas,
Oculto permanece el magnetismo que ronda su entorno,
Inerte en el cerebro,
Deseando fugarse en rayos,
Y por fin vibró el sonido de la fusión de relámpagos.
Estos espíritus infantiles se observan
Y divagan sobre entrañables futuros…
¡qué incansables aguardaban la espera!
Sus cuerpos aún conservan armonía,
Y se acercan en un unir de sensaciones.
Ahora, os quedáis tan sólo en recuerdos
Y felices acontecimientos;
Pedestales de estatuas que aún no han sido modeladas
Y en el deforme espejo de los demás,
Reflejaría vuestro principio puro
Como raíces empedernidas.
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