martes, 17 de enero de 2012
La ciudad rota - Daniel Frini
Miró el horizonte
—cada vez más lejos, cada vez más bajo―
Cerró sus ojos, agitó sus alas, entreabrió su pico.
Inspiro, con energía, el aire azul de la mañana.
El sol recién nacido besó las plumas de su pecho.
Cambió la quieta calidez del nido
por la conocida sorpresa de otro vuelo. Se lanzó al vacío.
Allá
la ciudad sin hombres, muerta, lo llamaba.
Los padres de los padres de los padres de sus padres
lo contaban:
«muchos soles atrás en ella había vida,
hombres, comida, árboles y ruidos.»
Ahora no. Él voló muchas veces por sus calles vacías
La conoce y sabe
de paredes quemadas, herrumbre de hierros,
y silencio de ruinas. ¿Dónde están todos? ¿dónde han ido?
Los padres de los padres de los padres de sus padres
lo contaban:
los cegó una gran luz,
un trueno atroz les robó el sonido,
un viento ardiente les quemó la vida.
Los hombres y los pájaros volaron ese día,
hechos cenizas.
El ama la ciudad, aunque la sueña distinta.
Vuela entre paredes. Busca no sabe qué.
No conoce a los hombres. ¿eran como él?
¿tenían alas? ¿plumas? ¿esta ciudad rota
era su nido? ¿contaban historias
a sus crías? El le cuenta a los suyos,
cuando cae la noche y a cobijo:
«recuerden y cuéntenlo a sus hijos
y a los hijos de los hijos de sus hijos.
Muchos soles atrás, allá en la ciudad había vida,
hombres, comida, árboles y ruidos».
Altri Tempi - Ana Emilia Lahitte
Las salas enfundadas como inmensas corolas. y un secreto soleado:
el país de los patios. (Se decía glicina, heliotropo, diamela,
como ahora se dice ADN, sidaico). Aquel cielo privado
con chicos y canarios y huertos y murales de macetas pintadas
era de veras cielo. (Entonces, lo ignorábamos).
Nunca imaginamos que lo fuese, hasta ahora, en que hemos
cumplido nuestros propios infiernos). Aquellos cielos
bajos, a ras de tierra, humanos. Todavía a salvo. Allí donde ser niño
era tener abuelos en la casa y amarlos,
dejándolos vivir libres de vaciaderos de viejos:
adiestrados espectros que siempre se demoran demasiado
en morir y dejar limpio el mundo,
que ya no tiene patios, ni destino, ni tiempo.
Ser niño era pedirles que nos dieran la mano, porque teníamos miedo.
Y volver a pedirles que nos contaran cuentos (que eran verdad,
ahora lo sabemos) Y llorar junto a ellos penitencias y encierros:
“había que educarnos”... (Se decía señor y plegaria
respeto, con limpio olor a incienso y a sopa obligatoria,
a almidones y ungüentos).
Se decía Maestro, y en el cuaderno único cabía el universo.
El padre, con arrestos de patriarca doméstico, “tenía autoridad”
y la madre dulzura, por amor o por tedio.
Lo cierto es que la casa nunca estaba vacía
(la mesa familiar, otra inútil reliquia) y la abuela, el abuelo
-una especie de puerto del buen regreso-
eran sencillamente viejos: con todos los derechos a morir
en su casa, en su cama, en su llaga, en su pulso, en su tiempo.
Sin adiós intensivo. Sin pactos terminales de abandono y silencio.
En fin, sólo fantasmas de cielos y otros tiempos.
Viento - Kiko Vallejo
Ahora que los besos
se han disfrazado
de suspiros.
No me consuela saber
cuantas veces
me vas a echar de menos.
Acaríciame una última vez,
mañana,
me llevará el viento.
Tomado de Kabuki's Planet
Currículum - Mario Benedetti
usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere.
Alta Traicción - José Emilio Pacheco
No amo mi Patria. Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, cierta gente,
puertos, bosques de pinos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos).
miércoles, 11 de enero de 2012
Propios y ajenos – Guillermo Vidal
Defectos,
hijos,
el perfume.
Un césped recién
cortado.
La noche abierta
al amparo del fuego.
El sol
escoltando la lluvia.
Sueños perdidos,
desenterrados.
Una vieja caja de zapatos.
Secretos a voces,
voz,
ella,
nosotros.
El autor: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2010/11/guillermo-vidal.html
hijos,
el perfume.
Un césped recién
cortado.
La noche abierta
al amparo del fuego.
El sol
escoltando la lluvia.
Sueños perdidos,
desenterrados.
Una vieja caja de zapatos.
Secretos a voces,
voz,
ella,
nosotros.
El autor: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2010/11/guillermo-vidal.html
Desayuno - Armando Rosselot
De ti dependo cada hora incasta
en que no acaba de madurar
el bossa nova de la palabra
que es más
que palabra cruda
Quisiera comer ese pan
cada vez que entras en la tómbola azul
saciarnos con el café de las ansias
y dejar nuestras migas con mantequilla
esparcidas por ahí
en que no acaba de madurar
el bossa nova de la palabra
que es más
que palabra cruda
Quisiera comer ese pan
cada vez que entras en la tómbola azul
saciarnos con el café de las ansias
y dejar nuestras migas con mantequilla
esparcidas por ahí
Desencuentro - Ada Inés Lerner
¿Dónde hay un hombre? no es más que un hombre mis raíces lo buscan a través de las horas ¿Dónde hay un hombre? sé amarlo cuando la noche se desnuda con el vino ardiente del desierto ¿Dónde hay un hombre? despierta pájaros y convoca sueños sedientos en los filamentos de mi prosa por él yo me visto de luces y de sombras...
La autora: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2011/08/ada-ines-lerner.html
La autora: http://biosdelosblogsh.blogspot.com/2011/08/ada-ines-lerner.html
La misma playa - Alejandra Leticia Taylor
La misma playa
con arena bailando al viento.
Hoy camino sin prisa,
sin búsqueda permanente.
Olas con espuma tibia,
recuerdos de infancia,
de maternidad salvaje
y mirada pensativa,
se mezclan en el horizonte.
Mis pies se hunden
en la arena de castillos,
sueños y aventuras.
¿Ymis niños?
Están... en otros mundos.
a mis hijos
con arena bailando al viento.
Hoy camino sin prisa,
sin búsqueda permanente.
Olas con espuma tibia,
recuerdos de infancia,
de maternidad salvaje
y mirada pensativa,
se mezclan en el horizonte.
Mis pies se hunden
en la arena de castillos,
sueños y aventuras.
¿Ymis niños?
Están... en otros mundos.
a mis hijos
sábado, 7 de enero de 2012
Thesaurus – Guillermo Vidal
Prohibió vientos, prohibió tempestades,
clavó el sol encima del cielo,
y a la luna en cuarto menguante.
Había palabras tachadas en su libro,
y en orden estricto
las claves de la vida
y los pecados de los hombres.
El verbo conjugado
dividía las aguas.
Nuevas reglas,
viejas palabras.
Definiciones muertas,
para seres extintos.
clavó el sol encima del cielo,
y a la luna en cuarto menguante.
Había palabras tachadas en su libro,
y en orden estricto
las claves de la vida
y los pecados de los hombres.
El verbo conjugado
dividía las aguas.
Nuevas reglas,
viejas palabras.
Definiciones muertas,
para seres extintos.
Jugando a detener al tiempo - María del Pilar Jorge
Detener al tiempo
con caricias de madre,
con balbuceos de niña
detenerlo.
Con dibujos escondidos
entre las hojas de los cuadernos
Detenerlo.
Dándole de comer a las palomas,
Persiguiendo gorriones,
Detenerlo.
Zapatos de taco y
Pollera muy corta,
Vestido de novia,
Soñando ser madre,
Detenerlo.
Detenerlo en la primera cana
y en la primera línea
que marcaron el silencio
y el desencuentro,
o en aquel sueño nuevo
que nos dejó
un vacío entre las manos.
Pero es imposible
detener al tiempo,
sólo podremos continuar
persiguiendo sueños.
con caricias de madre,
con balbuceos de niña
detenerlo.
Con dibujos escondidos
entre las hojas de los cuadernos
Detenerlo.
Dándole de comer a las palomas,
Persiguiendo gorriones,
Detenerlo.
Zapatos de taco y
Pollera muy corta,
Vestido de novia,
Soñando ser madre,
Detenerlo.
Detenerlo en la primera cana
y en la primera línea
que marcaron el silencio
y el desencuentro,
o en aquel sueño nuevo
que nos dejó
un vacío entre las manos.
Pero es imposible
detener al tiempo,
sólo podremos continuar
persiguiendo sueños.
Como hierbas - Ada Inés Lerner
Reposan como hierbas en el polvo han llegado desde el olvido impacientes como un destello las piedras fatigadas del recuerdo son voces en la arena gestos que recupero dóciles como máscaras enamoran como aves mansas del desierto son sombras que a mi espalda oscurecen el cielo como brumas como leyes dibujan en mis manos Y en los tiempos amigos del reposo como hierbas fatigadas alzan voces abrigan el recuerdo voluptuoso del deseo...
jueves, 5 de enero de 2012
los dos zapatos en el aire - Jorge Spíndola
una mía amiga dice
que es difícil ser poeta
que es un peligro andar
mostrando las costillas por la calle
o en un libro
yo le digo que no que no es difícil
más jodido es ser acróbata
o albañil en las alturas
no es difícil escribir
lo difícil es no caerse para arriba
o para abajo
que eso fue lo que le pasó al finado justo cárdenas
por ejemplo el llegar en pedo a la obra
y se ponía a revocar con un pie afuera del andamio
hacía equilibrio
y un día se ve que se olvidó
y apoyo los dos zapatos en el aire
el resto ya se sabe
justo esta enterrado a dos metros bajo tierra
y sus hijas dicen que justo esta en el cielo
no es difícil ser poeta
(yo escribo palabras al borde del andamio)
Post mortem escribo - Maritza Kusanovic
No te amé allí donde dolía el in-significante
no te amé en mi dolor Vos me amaste
en el dolor del sentido pero-no
en la palabra del mío Ahí
en sus dos carátulas nos moría el amor
Nunca supimos dónde la gravedad
el virus del signo que cargamos
Todo es blanco de la voz poética
Otro hombre en la ciudad - Luciana Mellado
Fatiga moderna, conmoción espuria, descanso dominical
de otro hombre que en el mundo está solo
fuego mínimo, aislado, doméstica furia
que humedece, constante, el recuerdo ancestral del paraíso.
En la intemperie permanente en que vive lo abrigan
agotados cansancios que se cansan de no hacer, no saber, no desear nada.
Memoria genética de un conformismo nuevo, renovado
pequeñez solar que se obstina en la grandeza.
Para salir de sí, o para sí, diariamente usa ríspidas palabras
frases, expresiones secas, públicas, intercambiables
como armas de fuego que a nadie liberan y que a nadie dañan
como niños de barro que el agua buscan.
Costumbre urbana de decir a cada instante lo que se piensa
de no pensar lo que se dice, de describir lo que se ignora.
El hombre enumera en lengua paterna cada lunar deforme
que lo distingue de los otros, hombres sin sexo ni entraña.
Pero mastica, mientras tanto, en una jerga propia, intransferible,
su soledad, su ahogo, su naufragio.
Sin poder complacerse en lo difícil debe negar
los paisajes que lo alumbran
fuego breve, dactilar huella que el polvo esconde.
Con autorización de la autora, del blog http://enlapiznegro.blogspot.com
Del libro Las niñas del espejo (2006)
Del libro Las niñas del espejo (2006)
martes, 3 de enero de 2012
Olor de ausencia – Guillermo Vidal
Dame una razón
y viviré de tu ausencia,
de fragmentos de absoluto
improbable,
de brillo prístino,
de un libro sagrado
con hojas en blanco.
y viviré de tu ausencia,
de fragmentos de absoluto
improbable,
de brillo prístino,
de un libro sagrado
con hojas en blanco.
Encontraré mi amada - Aazam Abidov
La noche cae y se inquieta mi alma
Hey, milagro, enseña tu rostro
Mis sentimientos exhaustos están confusos,
Yo soy pobre y estoy solo.
Mis ojos lloran ácidas lágrimas
Tu quedarías ciego, pero para mí está bien
No hay lugar para mí en esta tierra
Me tomará el cielo en su seno?
Hey, Luna, no hieras mi corazón
No te ocultes detrás de la noche
Sé una ventana
Al país de los milagros.
A través de la luz de las estrellas
Te alcanzaré
Y cuando vaya más lejos
No seré ya un hombre de la tierra
Allí encontraré a mi amada
La más pura y más limpia
Le daré un nombre- Fidelidad
Y su segundo nombre será- Milagro
La noche cae, siento pena en el corazón
Traducción del uzbeko: Andrea Cote
Hey, milagro, enseña tu rostro
Mis sentimientos exhaustos están confusos,
Yo soy pobre y estoy solo.
Mis ojos lloran ácidas lágrimas
Tu quedarías ciego, pero para mí está bien
No hay lugar para mí en esta tierra
Me tomará el cielo en su seno?
Hey, Luna, no hieras mi corazón
No te ocultes detrás de la noche
Sé una ventana
Al país de los milagros.
A través de la luz de las estrellas
Te alcanzaré
Y cuando vaya más lejos
No seré ya un hombre de la tierra
Allí encontraré a mi amada
La más pura y más limpia
Le daré un nombre- Fidelidad
Y su segundo nombre será- Milagro
La noche cae, siento pena en el corazón
Traducción del uzbeko: Andrea Cote
Entre perro y lobo - Olga Orozco
Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
Las avispas - Héctor Ranea
Las avispas golpean contra el vidrio de mi ventana.
En la tarde caliente, parecen granizos rojos que se apuran por entrar. ¿Cómo quieren entrar? Avispas que aparecen en cada vuelo duplicadas. Las patas peludas, los colores tan rojos, tan amarillos. Dispuestas a matar por –tal vez– un poco de agua de mis lacrimales. Digo: tal vez. No puedo saber qué quieren. Las avispas no tienen ningún propósito. ¿No tienen? Simplemente este vidrio está entre ellas y algo que no sé. Podría ser el agua. Tal vez es una parte de una memoria que se avejenta en estíos en los que no estaba mi casa, esta ventana. ¿Es absurdo algo en el mundo de las avispas que golpean mi ventana como granizo rojo, como memoria subida de adrenalina y otros venenos? Absurdo es que tema que entren.
Tal vez lo hagan, su choque suena determinado. Las pequeñas alas suenan a cuero, chasquidos de disparos biológicos, suenan a aguijones mortales que hienden el vidrio para pasar a través como la luz.
La luz son las avispas, sólo que menos evidentes. La luz sólo hiere en malas novelas y en ataques de hígado. Por lo demás suena a avispas que se clavan en vidrio blando como agua que fluye entre mis lacrimales que recuerdan a una mujer o suenan a campanas llenas de grillos leves, de cimientos de alguna memoria que se entorpece con mi ventana allí puesta.
Si las avispas supieran. Ellas se lanzan a chocar, a aventar, a romper con sus agujas letales el vidrio endeble de las transparencias entre sus urgencias y mis miedos. Ellas no saben porque no pueden saberlo y, por otra parte, quién podría saberlo. Ellas no saben que el vidrio es realmente tan frágil que apenas un poco de saliva sexual, un poco de golpes organizados, un par de voluntades, pueden derrumbar esa patética versión de mi seguridad.
Las avispas se dan de morro contra el vidrio.
Tal vez hay una memoria en la que habito y de la que quieren echarme, tal vez sea yo que quiero que ese vidrio desaparezca y con toda furia y razón las avispas me exijan lo prometido.
Porque uno promete cosas que ninguna avispa puede saber
a menos que sean memoria.
Tomado de: Las Avispas (inédito, 2004)
En la tarde caliente, parecen granizos rojos que se apuran por entrar. ¿Cómo quieren entrar? Avispas que aparecen en cada vuelo duplicadas. Las patas peludas, los colores tan rojos, tan amarillos. Dispuestas a matar por –tal vez– un poco de agua de mis lacrimales. Digo: tal vez. No puedo saber qué quieren. Las avispas no tienen ningún propósito. ¿No tienen? Simplemente este vidrio está entre ellas y algo que no sé. Podría ser el agua. Tal vez es una parte de una memoria que se avejenta en estíos en los que no estaba mi casa, esta ventana. ¿Es absurdo algo en el mundo de las avispas que golpean mi ventana como granizo rojo, como memoria subida de adrenalina y otros venenos? Absurdo es que tema que entren.
Tal vez lo hagan, su choque suena determinado. Las pequeñas alas suenan a cuero, chasquidos de disparos biológicos, suenan a aguijones mortales que hienden el vidrio para pasar a través como la luz.
La luz son las avispas, sólo que menos evidentes. La luz sólo hiere en malas novelas y en ataques de hígado. Por lo demás suena a avispas que se clavan en vidrio blando como agua que fluye entre mis lacrimales que recuerdan a una mujer o suenan a campanas llenas de grillos leves, de cimientos de alguna memoria que se entorpece con mi ventana allí puesta.
Si las avispas supieran. Ellas se lanzan a chocar, a aventar, a romper con sus agujas letales el vidrio endeble de las transparencias entre sus urgencias y mis miedos. Ellas no saben porque no pueden saberlo y, por otra parte, quién podría saberlo. Ellas no saben que el vidrio es realmente tan frágil que apenas un poco de saliva sexual, un poco de golpes organizados, un par de voluntades, pueden derrumbar esa patética versión de mi seguridad.
Las avispas se dan de morro contra el vidrio.
Tal vez hay una memoria en la que habito y de la que quieren echarme, tal vez sea yo que quiero que ese vidrio desaparezca y con toda furia y razón las avispas me exijan lo prometido.
Porque uno promete cosas que ninguna avispa puede saber
a menos que sean memoria.
Tomado de: Las Avispas (inédito, 2004)
hablar con las plantitas - Jorge Spíndola
me puse a barrer de noche la casa
a empujar la tierra hacia la tierra
no se barre de noche /me dijo/
atrae las brujas les da aliento
para que vuelen
pensé en el viento que hace volar las nubes
pensé en mi primer mujer como una nube
como un río de agua por el cielo
pensé en algún machitún
un secreto de magia que hiciera llover
a mi mujer sobre la casa
amo su cuerpo desatándose como una tormenta
debajo de mi.
salí a la puerta para verla
me quedé un rato
con los ojos crucificados en la noche
el viento sólo trae hojas muertas en su baile
entré a la casa
mucho frío para estar hueveando afuera
y encima solo
planta / le dije /
esta mujer que ahora me falta
me va como piedrazo contra el hueso
a veces hay que hablar con las plantitas.
a empujar la tierra hacia la tierra
no se barre de noche /me dijo/
atrae las brujas les da aliento
para que vuelen
pensé en el viento que hace volar las nubes
pensé en mi primer mujer como una nube
como un río de agua por el cielo
pensé en algún machitún
un secreto de magia que hiciera llover
a mi mujer sobre la casa
amo su cuerpo desatándose como una tormenta
debajo de mi.
salí a la puerta para verla
me quedé un rato
con los ojos crucificados en la noche
el viento sólo trae hojas muertas en su baile
entré a la casa
mucho frío para estar hueveando afuera
y encima solo
planta / le dije /
esta mujer que ahora me falta
me va como piedrazo contra el hueso
a veces hay que hablar con las plantitas.
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