A Robert Frost
Al borde de un paisaje a salvo de pala y guadaña,
entre el pasto virgen, bajo
un ancho techo de hojas, su sombra;
en un tiempo libre de tiempo,
al que acudíamos vestidos como para una fiesta;
y, aunque teníamos un cuerpo,
no sabíamos de muerte, aunque
teníamos – imaginábamos – un espíritu,
no anhelábamos ningún cielo,
era nuestro ese breve espacio en medio de la Tierra,
allí alzábamos la mano
y arrancábamos, de cualquier rama, el fruto.
El Autor: Carlos Barbarito
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